06/06/2025
No hay nada como tener una rutina en vacaciones. Por eso, desde hace años, no me interesan los viajes de dos o tres días. Se inventaron para la gente que no le gusta viajar pero que adora las fotos. O peor aún: el alardear. En algunos casos, funcionan como tiritas: alivian rozaduras de pareja o quemaduras de trabajo (sí, el famoso “burn out”).
Yo llevo aquí cuatro días y unas cuantas ampollas, pero siento que ya tengo una rutina. Una rutina libre de tiritas.
Cada día duermo en una cama distinta. Cada noche comparto cubiertos con un desconocido nuevo. Y yo, que pensaba que había cosas inegociables, cosas que ninguna religión, país o cultura iban a cambiar, he tenido que ceder. Hablo de mi café matutino. Hace una semana esto me parecería terrorismo, pero he debido renunciar a él si quería caminar con el amanecer. En el fondo, solo estoy cambiando un estimulante (capricho) por otro.
Mi rutina aquí se rige por el principio de la escucha. Me paso el día caminando, contemplando y oyendo mis pensamientos.
Marco mi ritmo en función de mi cuerpo. He abandonado el ego porque ya no me interesa llegar a ningún destino.Y cuando la vida me obliga a parar y no quiero, me acuerdo de mi piedra llamada “prisa”, y pienso: “Algo tendré que escuchar. Y si me voy, me lo acabaré perdiendo.”
Esta escucha me permite escribir cada día, leer y perder el tiempo. Así es como he dejado de hablar del tiempo y, sin quererlo, he perdido la profesión por el camino.
He revivido también un par de listas.
• Lista de ideas
• Lista de pensamientos
Y me he inventado unas nuevas:
• Lista de decisiones
• Lista de caminantes
• Lista de listas que no quiero volver a tener
La rutina de escuchar me hace estar en paz. Pero cuando algo me agita, le doy permiso. Siento que tiene el calibre para hacerlo. Que esta es la aceleración que me interesa, la que sucede por dentro.
En esta rutina se incluye ibuprofeno, algún que otro cigarrillo. No, no he vuelto a fumar, pero a veces la epicidad precisa de uno de estos. Supongo que es culpa de Truman Capote por crear la única película que he aguantado despierta. Habrá una Audrey Hepburn detrás de cada una de mis caladas sin diamantes pero con zapatillas de montaña.
En esta rutina no hay maquillaje. Aunque sí ojeras. Ojeras y cansancio. Pero de los buenas.
En esta rutina tengo tantas ganas de levantarme, que a veces prefiero no dormir. Está bien. Esto está bien.
Esta rutina no reluce por su higiene, aunque estreno sábanas cada día. Tampoco por su elegancia, aunque a mi favor diré que los calcetines con sandalias no son tan horribles como las pintan.
En esta rutina tengo las palabras contadas, el paso ágil y los pensamientos aireados.
Hoy, en mi rutina, un pastor me ha sorprendido a primera hora de la mañana. No tenía café, pero me regaló una rosa. Una pequeña y preciosa flor.
A mitad del día, una señal me ha recordado que ya estaba en el ecuador de mi viaje. De repente, he echado de menos una rutina que todavía no había perdido. Luego, he mirado la rosa y he pensado en el pastor. Aquel hombre solo trataba de decirme que sólo había cruzado el umbral de la belleza.
A continuación, he cogido mi cantimplora, he bebido y he continuado observando.
Que le voy a hacer si soy una chica de rutinas.
Hermoso texto! 👏🏻